Si vamos a hablar de la generación beat tenemos que hacerlo desde el inicio, desde la postguerra, desde el quiebre social, político, económico, que conduce a los jóvenes un sentimiento de rechazo y desolación que empapaba la cabeza de quienes fueron llamados beatnik. Estos chicos, no tan chicos, deciden alejarse de esa supuesta libertad llena de consumismo y pose social, aquellos que deciden buscar en el medio "del camino", de las drogas, del alcohol, de la música, de la literatura el verdadero sueño americano de libertad e igualdad.
Algo que define a esta generación son su ganas de experimentar, lo prueban todo y sin medida, las drogas, el alcohol, el sexo, la improvisación en la música y un cambio total en la literatura con títulos reconocidos como "el aullido" o "el camino".
Cuando de personajes beat se trata sin duda el que viene a mi cabeza más rápido es Walt Whitman y su poemario "Canto a mi mismo". Se dice mucho de él, sobre su sexualidad y sus adicciones, pero lo que hace realmente beat es su individualismo, la manera en la que propone que nos unamos a un camino en el que él podría acompañarnos, pero en el que nosotros tendríamos que andar solos.
Wihtman proclamaba a los cuatro vientos, en voz alta, a gritos, de forma sostenida y sobre la marcha. "Canto a mi mismo" no solo es un conjunto poético, es un manifiesto, un himno.
46.
Me ha tocado en suerte, lo sé, lo mejor del tiempo y del espacio;
nunca he sido medido y no seré medido jamás.
El viaje que emprendo es eterno (¡que todos me oigan!).
Mis signos son un capote contra la lluvia,
fuertes zapatos y un bastón cortado en el bosque,
en mi silla no sestean los amigos,
No tengo cátedra ni iglesia ni filosofía,
No llevo a ningún hombre a una mesa puesta,
a la biblioteca, a la bolsa, pero a cada uno de vosotros,
hombre o mujer, lo llevo a una cumbre.
Mi brazo izquierdo ciñe tu cintura,
Mi derecha señala los continentes y el gran camino.
Ni yo ni ningún otro puede andar por ti ese camino,
eres tú quien debe andarlo.
No queda lejos, está a tu alcance,
Quizá estabas en él desde que naciste y no lo has sabido,
Quizá esté en todas partes, en mar y en tierra.
Échate tus prendas al hombro, hijo mío, y yo traeré las mías y
apresurémonos;
Ciudades prodigiosas y naciones libres nos saldrán al paso.
Si te cansas, dame las dos cargas y apoya tu mano en mi
cadera,
Y a su debido tiempo me devolverás el mismo servicio,
Porque ya emprendida la marcha nunca descansaremos.
Esta mañana, antes del alba,
subí a una colina para mirar el cielo poblado,
Y le dije a mi alma: Cuando abarquemos esos mundos, y el
conocimiento y el goce que encierran, ¿estaremos al fin hartos y
satisfechos?
Y mi alma dijo: No, una vez alcanzados esos mundos proseguiremos
el camino.
Tú también me interrogas y yo te escucho,
Contesto que no puedo contestar, tú mismo debes encontrar la
respuesta.
Siéntate un momento, hijo mío,
Aquí tienes pan para comer y leche para que bebas,
Pero después de haber dormido y haber cambiado de ropa te beso
con el beso del adiós y te abro la puerta para que salgas.
Demasiado tiempo has perdido en sueños deleznables,
Ahora te quito la venda de los ojos,
Debes acostumbrarte al brillo de la luz y de cada momento de tu
vida.
Demasiado tiempo has vadeado, asido a una tabla en la orilla,
Ahora quiero que seas un nadador, que te arrojes al mar, que
reaparezcas, que me hagas una seña, que grites y que agites el
agua con tus cabellos.
Whitman, canto a mí mismo, 46
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